(Sergio Carrión)
lunes, 23 de marzo de 2015
¿Qué le está pasando al mundo?, ¿por qué no hace nada la gente? Hay tanta prisa en sus corazones, tanta desilusión en sus miradas. ¿Cuánto hace que sonríen habiendo olvidado qué es la felicidad? Parece una mentira. ¿Por qué ya pocas personas quieren desatadas? El amor cortaba las cadenas, terminaba con la esclavitud del alma. El amor era un vuelo hacia el rincón más bonito que compartían dos personas. ¡Pero ese amor se está extinguiendo! Puedo verlo en la calle, cuando llueve, en cada bar de la ciudad. Se está apagando la luz más preciosa que teníamos. Yo también estoy enfermo de ese final: hace tiempo que para el querer he optado por el silencio. Si la quise, preferí esperar a que el tiempo decidiese por nosotros. Soy un cobarde de esos que no luchan porque nunca han ganado una batalla. "¿Qué me espera entonces?", pienso a veces. "¿Por qué no voy, la miro a los ojos, saco el último valor que me quede y le digo las palabras?". Todos le tenemos miedo a lo que desconocemos. Yo le tengo miedo a lo que pueda responderme. Y el mundo se hace pedazos, y esta vez nadie se enamora. Nadie explota de pasión, nadie abraza colisionando, nadie besa como si tratase de entrar en el interior del otro. Quisiera cambiar las cosas. Quisiera volver a empezar de nuevo, sabiendo lo que sé, no dejar pasar algunas oportunidades que, después, no volvieron nunca. Porque he terminado siendo ese al que siempre se le hace tarde; ese que espera hasta que la esperanza se termina yendo a otra parte. Pero voy a cambiar las cosas, me lo he prometido. Volverá la luz, recordaré qué era la felicidad, amaré y el amor cortará mis cadenas.
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